El llamado de otoniel, de Efrén Mesa montaña
(nueve cuentos)
(Texos de solapas y contraportada)
Nacido en Aquitania, cuenca del lago de Tota, el autor es licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Ha publicado Alguien de nosotros, cuentos, por esta misma editorial, 1990, y algunos artículos sobre el deterioro ambiental del lago de Tota en periódicos y revistas locales. En El Llamado de Otoniel, los nueve cuentos que lo integran difieren tanto en estructura y forma de Alguien de nosotros, aunque si bien se advierte una continuidad temática, cuya naturaleza parece desprenderse de la misma realidad que cotidianamente se entreteje en cualquier lugar de nuestra América. En éstos se percibe una visión distinta, donde, sin dejar de ser literatura, la realidad no deja de hacerse presente en cada palabra, como si se tratara de una extraña evocación, donde al llamado de la memoria los recuerdos acuden desentrañando una historia ajena hasta entonces al presente. La topografía parece corresponder al mismo Aquitania, pero luego se puede advertir que ésta se ha prestado como un soporte para mostrarnos el mundo terrible que habita y que se alberga en cada uno de los personajes, para quienes la dicha y aun la misma esperanza es imposible.
El llamado de Otoniel, el titulo del libro que corresponde a uno de sus relatos, parece ser la continuidad de uno de Alguien de nosotros, "Otoniel Rodelo"; sin embargo, aunque lo sea, mantiene una identidad propia, y como los dem s, no es producto, pues, como la realidad misma, de un mero ejercicio de espontaneidad narrativa. Obedece y es el resultado de un pormenorizado esfuerzo en el que confluyen la búsqueda permanente del tema (que en nuestro caso no falta), la construcción minuciosa y detallada de la estructura y finalmente la forma. Nada resulta m s claro que el hecho de que todo argumento que merezca el nombre de tal, debe ser planeado desde el comienzo hasta su desenlace, antes de que nada sea sometido a la pluma, pues sólo cuando no se pierde de vista el desenlace, se puede dar al argumento la semblanza indispensable de consecuencia o causalidad, logrando que los incidentes, y en particular el tono, contribuyan en todo momento al desarrollo de la intención.
Esto es lo que se advierte en una lectura desprovista de ingenuidad en relatos como "El perro", "Buenas noticias", "Falsa alarma", "El llamado de Otoniel", "La carta", para no citar m s. Desde su primer párrafo casi podría intuirse su fatal desenlace, pero luego nos vemos abocados a ir desenmadejando la historia al revés, tal si recorriéramos la línea oscilante de un círculo para llegar al punto de partida, pero a la inversa y con una extraña certidumbre, el final no esperado, aunque de algún modo intuido, una especie de broma pesada donde la tragedia pareciera reírse mostrándonos todos sus dientes. Casos similares pueden advertirse en relatos como "Otra vez el regreso", "Un jueves por la tarde" y "Cuando escampe", donde es el chasco, mezcla de humor negro y fatalidad, el que se encarga de remitirnos al comienzo, con la sensación de que de algún modo hemos sido cómplices de la historia. Este último relato, "Cuando escampe", que en realidad es una carta con todos los ingredientes de los escribanos coloniales, provisto, además, de datos verídicos sobre la historia económica y social de nuestro país, conlleva igualmente el mismo tono de los anteriores, y su efecto, de ningún modo ajeno a la intención, no se aparta de brindar el esperado desenlace.
En todo caso, ningún relato corresponde a la ficción; uno de ellos, el último por citar, "En el nombre de David", sin apartarse de la intención final, difiere de los otros en su estructura y forma. En realidad se trata de un monólogo múltiple, donde la historia sigue una línea difundida a través de voces que juegan de manera irreverente con la sintaxis y las conjugaciones de verbos y de tiempos, mostrando, como en todos los relatos, un mundo nada ajeno a la realidad que nos envuelve.
Esto es lo que se advierte en una lectura desprovista de ingenuidad en relatos como "El perro", "Buenas noticias", "Falsa alarma", "El llamado de Otoniel", "La carta", para no citar m s. Desde su primer párrafo casi podría intuirse su fatal desenlace, pero luego nos vemos abocados a ir desenmadejando la historia al revés, tal si recorriéramos la línea oscilante de un círculo para llegar al punto de partida, pero a la inversa y con una extraña certidumbre, el final no esperado, aunque de algún modo intuido, una especie de broma pesada donde la tragedia pareciera reírse mostrándonos todos sus dientes. Casos similares pueden advertirse en relatos como "Otra vez el regreso", "Un jueves por la tarde" y "Cuando escampe", donde es el chasco, mezcla de humor negro y fatalidad, el que se encarga de remitirnos al comienzo, con la sensación de que de algún modo hemos sido cómplices de la historia. Este último relato, "Cuando escampe", que en realidad es una carta con todos los ingredientes de los escribanos coloniales, provisto, además, de datos verídicos sobre la historia económica y social de nuestro país, conlleva igualmente el mismo tono de los anteriores, y su efecto, de ningún modo ajeno a la intención, no se aparta de brindar el esperado desenlace.
En todo caso, ningún relato corresponde a la ficción; uno de ellos, el último por citar, "En el nombre de David", sin apartarse de la intención final, difiere de los otros en su estructura y forma. En realidad se trata de un monólogo múltiple, donde la historia sigue una línea difundida a través de voces que juegan de manera irreverente con la sintaxis y las conjugaciones de verbos y de tiempos, mostrando, como en todos los relatos, un mundo nada ajeno a la realidad que nos envuelve.
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